por M. Llebrez y A. Rivera
Papuecas fritas espolvoreadas con azúcar glas y canela molida. A los ojos, una especie de tortillita de camarones, pero sin camarones, y con un intenso dulzor. Pestiños con matalahúva, vino y naranja fritos con aceite de oliva virgen extra bañados en miel de abeja y emborrachados de azúcar y roscos fritos bañados también en abundante aceite virgen. Porque el aceite era uno de los principales ingredientes que componían los denominados frutos de sartén, dulces que se comían en los desayunos de gala que realizara la clase burguesa hace dos siglos, porque en ese tiempo, las celebraciones se festejaban en los desayunos. Así, ayer como entonces, había algo que celebrar.
Porque ayer, 29 de enero, se cumplieron 200 años de la aprobación de una serie de documentos clave en el desarrollo de la convocatoria a Cortes. Se firmó el último decreto de la Junta Central sobre la celebración de Las Cortes, se comunicó el último edicto de la Suprema Junta Central, se aprobó el proyecto de reglamento y juramento de la Suprema Regencia y se firmó el decreto para el nombramiento de los integrantes de esta regencia. Unos pasos decisivos en el traspaso de poderes desde la Junta Central –denostada por la mala situación que se vivía en España- hacia la Regencia, convirtiéndose en responsable de la resurrección de un país asediado por los franceses y en principales artífices de la nueva Constitución.
Pepe Oneto, cocinero y gastrónomo
Por eso, en el hotel AC Salymar el alcalde de San Fernando, Manuel de Bernardo, acompañado de otros concejales y medios de comunicación, celebraba este aniversario presentando la iniciativa Desayuno de Regencia, una propuesta culinaria ideada por el cocinero y gastrónomo Pepe Oneto, que precisamente ayer no pudo acudir a la cita por encontrarse en Madrid Fusión presentando uno de sus libros. Sobre una mesa, convenientemente dispuestos con sus respectivos carteles, estas exquisitas piezas de repostería fueron desapareciendo, una tras otra, victima del apetito de los comensales allí presentes. Unos dulces con unas características especiales. Así, por ejemplo, explicaba Oneto en una conversación telefónica posterior, su elaboración se basaba en el uso y abuso del aceite de oliva, porque por aquel entonces era un componente básico en la alimentación. Y también en la harina de trigo, escasa y valiosa, ya que las clases más bajas debían conformarse con la de arroz.
En cuanto al exceso de azúcar, por aquellos años era habitual que en las mesas se colocara, en recipientes semejantes a saleros, una mezcla de azúcar y canela. Y otro detalle, también presente ayer, era colocar sobre la mesa de desayuno aguardiente, además de leche y café aunque estos se tomaban por separado. Pero pocos se atrevieron a probar esta bebida espiritosa –aunque algún valiente hubo- en el transcurso de la presentación de una iniciativa que, tal como refirió De Bernardo, sirve de acicate turístico para incentivar la hostelería local y tiene también una función divulgativa, la de acercar al paladar del ciudadano los sabores de hace dos siglos. Este tipo de desayuno, además, estará presente en algunos de los eventos conmemorativos que se celebrarán a lo largo de este año, pero también el siguiente. Porque aún queda mucho por celebrar.
Artículo publicado en “Diario de Cádiz” el 30 de enero de 2010
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